Un dilema

Soy mujer, y como todas, mujer trabajadora. Y digo, como todas, porque aunque yo trabajo fuera y dentro de casa, para mí, el trabajo de casa, es eso, trabajo, no remunerado, pero trabajo. Y he aquí el dilema de hoy.
Siempre que nos reunimos varias amigas, al final todas nos quejamos. ¿De qué? De lo que no tenemos y sí tienen las otras. Con esto no me refiero a que nos gustaría tener la cinturita de avispa de una, el pelo de la otra, el cutis de aquella o la altura de la de enfrente. No.
El dilema es que las mujeres que sólo trabajan en casa nos envidian a las que salimos a trabajar fuera, y las que trabajamos fuera, envidiamos a las que sólo trabajan dentro.
Las primeras añoran nuestra independencia económica, nuestra “desconexión de la casa y el marido”, ese otro mundo diferente al de los niños y la pareja.
Las segundas querríamos poder dedicar más tiempo a nuestros hijos, trabajar sólo dentro de casa, no tener que fichar o aguantar a unos jefes, o poder hacer cosas tan sencillas como ir a la compra a horas decentes y no en fines de semana.

Quizás sea una cuestión hormonal, quizás sea un gen que transmitimos de generación en generación que siempre nos hace desear lo que no tenemos, o quizás, y digo sólo quizás, sea una cuestión de política, de una política de verdadera conciliación de la vida familiar y laboral, que permita a las mujeres integrarse en el mundo laboral sin llegar a niveles de estrés insospechados, ni sentimientos de culpabilidad.

Una política que hasta la fecha no se ha conseguido y que es una verdadera asignatura pendiente. Así que por ahora tendremos que tomárnoslo con humor, y para eso siempre está el maestro Forges.

Comentarios

  1. Soy ama de casa.
    Tengo una carrera, dos másters, hablo inglés y tengo un don de gentes estupendo. No soy tímida, me encanta atender al público y fui feliz trabajando.
    Pero me casé y tuve una prioridad clara: yo quería ser ama de casa.
    Mi marido viaja mucho y me encanta ir con él. Adoro poder cuidar a mis hijas, darles una alimentación sana , mi tiempo, mi ayuda y el poder estar en casa con ellas.
    Pero lo que más me gusta en este mundo es tener tiempo para estar conmigo. Haciendo lo que a nadie le gusta yo puedo dedicarme a profundizar en libros que he leído y rebuscar en mi memoria fallos pasados e intentar arreglarlos mentalmente.
    Me encanta la casa, cuidar de mi familia y tener tiempo para leer y escribir.
    Pero no vivo en un cuento de hadas. Sé muy bien que esto se puede acabar de un día para otro, y por eso, hemos hecho un visita a un abogado para dejar todo bien arregladito. Por lo pronto, quien maneja el dinero en casa soy yo. El lo gana, yo lo gasto,lo gestiono y lo ahorro.
    Y como mi marido es funcionario, nunca podrá declararse insolvente y dejarme en la calle.
    Además, siempre puedo volver a trabajar. No tengo inconveniente en seguir haciendo fuera lo que siempre hago en casa, porque soy muy consciente que nadie va a necesitar un graduado social cuarentón y sin experiencia.
    Soy ama de casa, no tonta.
    Y acabas de encontrar al único extraterrestre que ha podido elegir su camino, y es feliz con él.
    ¿Envidiar? No ¿por qué?

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  2. Por cierto. La segunda viñeta, ampliada, está enmarcada y colgada en la entrada de mi casa, por deseo expreso mío.

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  3. Pues haces muy bien en todo, y por eso te envidio. Yo viví esa vida y sinceramente me gustó, me gustó mucho. Cuando nació mi hija, durante unos años, fui de las privilegiadas de poder hacer un stop en mi vida profesional y convertirme en un ama de casa feliz porque mi prioridad absoluta, era mi familia.
    No me engaño a mi misma y reconozco que fui yo quien también eligió volver, porque como ya he comentado en un post, tengo la suerte de dedicarme a lo que me gusta gracias a una oportunidad que pasó por delante , y quizás también por miedo al futuro, pero aún así añoro la ¿"tranquilidad"? de aquellos días

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  4. Por cierto ¿habrá en el mundo más privilegiadas?

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  5. Yo creo que sí.
    Lo que pasa es que la mitad de la gente aún no sabe lo que quiere.

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  6. Pues aquí hay otra de las que cuecen y enriquecen, es decir, trabajo dentro y fuera de casa.

    A veces pienso que con las reivindicaciones feministas se consiguieron muchas cosas pero, visto lo visto, vamos a tener que volver a equilibrar la balanza, porque creo que muchas mujeres se están llevando la peor parte.

    Mi ideal hubiese sido trabajar yo fuera de casa y tener uno de esos hombrecitos perfectos haciendo de amo y señor de la casa, pero por más que lo he intentado, no he conseguido encontrarlo. No ha habido opción.
    Y parecen ser minoritarios los casos de parejas que se organizan de esta forma.
    Como en algunas familias, la solución para salir del paso, ha sido recurrir a una empleada que nos ayuda con la casa.

    También he probado a dedicarme en exclusiva al hogar pero..., lo que tú dices, he echado de menos el trabajo,... y ahora, que trabajo fuera me ocurre lo contrario.

    Ya se sabe "Aliena capella gerat distentius uber", que más o menos quiere decir que lo que tienen los otros siempre nos parece mejor.

    Al menos lo he intentado.

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  7. Matapollos, nuestra esperanza sigue estando en los Euromillones, aunque en mi caso es difícil porque nunca juego.

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