Vuelta a la normalidad


Aunque ayer fue el primer día de trabajo, en realidad, la vuelta a la normalidad no llega hasta que les has contado a tus compañeros todos los avatares de las vacaciones, has revisado todo tu correo y vuelves a reconocer el ordenador como algo tuyo. Y eso en el primer día de trabajo es materialmente imposible, así que la normalidad regresa con suerte el segundo día de trabajo.

Porque en estos días que se habla tanto de síndrome postvacacional, yo creo que habría que hablar también del síndrome vacacional, ese ansia que te entra en primer día de vacaciones por hacer cosas: ir a la playa, pasear, asistir a conciertos, salir a cenar o tapear con los amigos, reunirte con la familia en unas comidas pantagruélicas, ir de viaje, conocer sitios curiosos,etc.,etc. etc. Y es que las vacaciones son muy estresantes.

En mi caso, respetando la alternancia vacaciones en España / vacaciones en el extranjero (así nadie nos puede decir que salimos al extranjero y no conocemos nuestro pais), este año ha tocado: viaje a Fuerteventura, estancia en la casa del pueblo, aprovechamiento de todos los días posibles de playa y asistencia a todos los actos de las fiestas de A Coruña, y así resumido queda muy bien, pero exceptuando el relajante viaje a Fuerteventura, he sobrevivido a lo siguiente: Feria Medieval, asistencia a conciertos de La Quinta Estación, Chenoa, Malú, Chambao, Juan Luis Guerra, algunos del Noroeste Pop-Rock en la playa de Riazor, representación de la leyenda Hércules y Gerión en Maria Pita, el musical HighSchool Musical, Batalla Naval, Batalla de Flores, Feria de Artesanía, Feria del Libro, Feria de los continentes, Feria del Libro de Ocasión, varias comidas familares en Vilasantar, día de playa en Cabanas con comida campestre incluida y todo ello aderezado con algún madrugón para ver la participación de los deportistas españoles en las Olimpiadas de Pekin (los veranos con Olimpiadas son otra cosa) y la lectura placentera de los libros que no tienes tiempo a leer durante el invierno.

La verdad es que podíamos haber hecho más, pero a estas edades el cuerpo no da para más, así que vamos a dejarlo para el resto del año. Por ahora, adiós agosto, adiós vacaciones, bienvenida la normalidad y su tranquilidad.

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